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En manos de la Virgen

En manos de la Virgen
Fieles devotos de la Virgen del Valle y de los hechos consumados, los catamarqueños oscilamos, ante las tragedias, entre la alternativa de poner nuestras vidas en manos del amparo divino o, sin que sea incompatible con la opción anterior, la de generar acciones preventivas solo luego de que la desventura aconteciera. Los fieles católicos, que son clara mayoría en nuestra tierra, atribuyen a la intervención del manto protector de la Virgen patrona de Catamarca el hecho de que las consecuencias del terremoto, del que hoy se cumplen diez años, fueran apenas leves, considerando su intensidad. Recuérdese que alcanzó una magnitud de 6,5 en la escala de Richter y fue sentido en 14 provincias, Chile, Bolivia y Paraguay.
El sismo tuvo, además de daños en alrededor de 1.300 viviendas particulares y varias decenas de edificios públicos, solo cuarenta heridos y una víctima fatal, aunque de manera indirecta, pues sufrió un ataque cardíaco en el momento en el que sucedió. Se trataba de una mujer que padecía de asma y que se descompensó en la terminal de ómnibus, mientras se sacudía todo el edificio.Pero el temblor inusitado desnudó una realidad innegable: los catamarqueños no estábamos preparados para responder adecuadamente al protocolo básico que cualquier persona debe seguir en estos casos.Consumado el terremoto, las autoridades provinciales, municipales, educativas reaccionaron generando instancias de capacitación y concientización respecto de los modos de comportamiento ante la ocurrencia de fenómenos similares.Así, se organizaron simulacros para aprender cómo actuar en estos casos, y, desde una perspectiva más estratégica, se diseñaron, en algunos edificios públicos, planes de evacuación de emergencia.No obstante, el fervor de aquellos días posteriores de a poco fue apagándose, y al cabo de unos años las medidas preventivas y las charlas tendientes a concientizar pasaron a formar parte del olvido.Previsiblemente, luego del terremoto que sacudió Chile en febrero de 2010, las actividades se reiniciaron para luego decaer hasta desaparecer al cabo de unos meses.
La experiencia de estos años indica que no es la política de los hechos consumados la más apropiada para generar los mecanismos preventivos que nos permitan sobrellevar, con eficacia y el menor costo humano y material posible, los efectos de tragedias como la que sacudió Catamarca hace una década.Se requiere de una estrategia permanente y sistemática, congruente con las que se diseñan en otras regiones que comparten con Catamarca su condición de zonas críticas y propensas a los movimientos sísmicos. Desde esta perspectiva, los simulacros y las capacitaciones deben formar parte de una rutina cuya ejecución no esté supeditada a la frecuencia con la que se presentan estos fenómenos en nuestro territorio o en otros cercanos.
Mientras tales medidas no se apliquen según los criterios mencionados, habrá que seguir encomendando nuestra suerte a la intervención maternal de la Virgen del Valle.  
 El terremoto desnudó una realidad innegable: los catamarqueños no estamos preparados para responder adecuadamente al protocolo que cualquier persona debe seguir en estos casos.      

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