Viajamos por la Cuesta de la Sébila, para conocer sobre unos pequeños pueblos que se abroquelan en las Sierras del Ambato; allí los horizontes, las distancias, y el diáfano ambiente, nos transportan a un lugar detenido en el tiempo…
Catamarca es una extensa provincia, ubicada en el noroeste argentino, y que ha permanecido durante muchos años fuera de los principales destinos de Argentina. Esta situación está cambiando, al comenzar a conocerse sobre sus amplias potencialidades para el turismo no convencional y de aventuras.
Comenzando el viaje
Transitando por la Ruta Nacional Nacional 60 y apenas pasando unos kilómetros al sur de la Localidad de Chumbicha, que aún mantiene el título de Capital Nacional de la Mandarina, accedemos a la Cuesta de la Sébila. Un trayecto de algo más de 50 kilómetros, donde pasamos del ambiente serrano al desértico en pocos minutos…

Una de las características más notorias, al ascender por esta cuesta, es que la vegetación paulatinamente va cambiando haciéndose cada vez más rala. Allí comienza a observarse una mayor cantidad de cactáceas que de especies leñosas. Las crestas de los cerros se tornan más afiladas y los cardones reinan en sus estribaciones; mientras el cielo se torna cada vez más azul y las nubes se hacen escasas.
En el recorrido es interesante detenerse en el camino para comprender el cambio Fito geográfico, al pasar del ambiente montuoso al desértico, con sus colores y clima característico.
Los cerros presentan sus estratos de acentos terrosos, opacados por una débil vegetación arbustiva, contrastando con una pléyade de cactus que elevan sus brazos hacia el cielo. En algunos de sus espinudos apéndices aparecen sus típicas flores, de un color blanco níveo, las mismas se abren al comenzar el día, brindando un espectáculo único en el cercano desierto.

También llama la atención un aroma dulzón que surca el aire cuando amanece: es el olor a la Jarilla. Un arbusto endémico de Sudamérica, que posee pequeñas hojas e inflorescencias de brillante amarillo. Esta planta tiene propiedades curativas, que los lugareños la utilizan para combatir diferentes tipos de dolores en infusiones y cataplasmas.
Llegando a los dos mil metros los horizontes se agrandan permitiendo la visión hasta más de 30 kilómetros. En la distancia se observan los cordones montañosos de las Sierras de Zapata, que sostienen a veleidosos arenales; y a sus pies se extienden una planicies de distintos tonos de ocres, anunciando al desierto en toda su magnitud.

Al cobijo de las Sierras del Ambato
Circular por la ruta 46 hacia el norte crea una sensación de estar conociendo una época primigenia. Hacia el Este se divisa una pared inexpugnable que forman las Sierras del Ambato, donde resalta la figura característica del Cerro Manchao, con sus 4700 metros es la máxima altura de esta cadena. Al Oeste, la casi interminable planicie del Salar de Pipanaco, produce el estremecimiento de estar frente a una tierra sin fin…

Sus habitantes llevan una vida tranquila y conservan aún el encanto de los pueblos de provincia. El nombre Pomán proviene de un vocablo de lengua cacana y que significa: “El alto de los Pumas”. Fue fundada por Don Jerónimo Luis de Cabrera el 15 de septiembre de 1633, y a fines del siglo XIX un violento terremoto causa la destrucción casi total de la localidad. Sus habitantes resistieron el embate natural y volvieron a erigirla sobre sus antiguos cimientos.

Pomán y sus alrededores ofrecen al visitante alternativas para el turismo aventura y el senderismo. Se destacan los paseos a caballo que algunos residentes están comenzando a explotarlo y que permite recorrer rincones naturales sorprendentes; como el río El Durazno o la Junta, donde un manantial de aguas templadas se combina con otro de helada temperatura, que nace en la profundidad de la montaña.
Subiendo por las serranías
Subiendo por las serranías
También es interesante internarse por una ruta asfaltada que conduce a Rosario de Colana, una pequeña villa enclavada más arriba de Pomán, donde se puede conocer sobre la producción de nueces, que es la actividad distintiva del lugar.

Descubriendo un particular vino…
Descendiendo nuevamente hacia la ruta 46 se halla Siján. Esta localidad ha hecho de la actividad vitivinícola su principal atracción. El poblado está surcado por acequias, que traen el agua clara desde las Sierras de Ambato hasta las vides, muchas de ellas ya hoy centenarias.
En Siján se encuentran 3 o 4 pequeñas bodegas familiares que permanecen destilando vinos como en la época de la colonia. Es tal vez -esta falta de modernidad- que proporcionan al vino de Siján su característica tan peculiar. Es interesante probar a fines de mayo el vino mistela, que por una razón de terruño o tal vez por propiedades del clima, se presenta suavemente espumante y de un atractivo color oro. Éste mistela se parece mucho al “Lambrusco”, una variedad de vinos que se produce al norte de Italia.

A manera de conclusión
Las Sierras de Ambato es un lugar de Catamarca que aún permanece oculto para muchos turistas. Visitar estos pueblitos incrustados a sus estribaciones, ofrece la posibilidad de acercarnos a la intimidad de un mundo mágico. Allí los brillantes amaneceres, que ofrecen estos paisajes inexplorados, atosigan la expectativa de los viajeros que se avienen a conocer una Argentina diferente…

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